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Mucho ruido y pocas nueces


Mucho ruido y pocas nueces

Ruido, mucho ruido, demasiado. En la calle, en el coche, en el metro o en el tren. En la universidad, en el colegio, en las aulas o en los pasillos. En el bar, en el restaurante, en la discoteca o en el pub. En toda clase de lugares, para todo tipo de personas, de los más distinguidos estruendos. El mundo tiende a fabricar corazones desbordados, desquiciados, a puntito de explotar, porque nuestro hombre no aguanta más, no puede más, no quiere más. Se vive con intensidad, fugacidad, inseguridad y malestar, de aquí para allá, sin paradas, tiempo muerto... 


En esta vida no se puede ‘ser huevito’, decir ‘crucis’ o haber ‘casa’. A los huevitos se los comen los dinosaurios que, aunque proclamados extintos, siguen existiendo entre nuestros ciudadanos, a borbotones, y mucho más peligrosos. Un servidor asegura haberse cruzado con más de uno, arrasando por donde pasan, sin miramientos, problemas o preguntas, pisando a todos y a todo. A los crucis y a los en casa se los merienda la vida misma, por lo que no necesitamos de ningún animal exótico histórico para destruirlos. La vida no da descansos, no deja huequitos, ni pretende hacerlo, aprieta más que otra cosa, incluso a veces ahoga. Tratar de refugiarse, congelar el tiempo o usar el método paraguas –en el que todo me resbalasupone un verdadero reto, un auténtico conflicto. 


Podríamos pensar en huir, y quizá no sería mala opción, pero entonces todo dependería de cómo huyéramos, o mejor aún, de cómo desapareciéramos. Según la Fundación española para la prevención del suicidio en el año 2020 se produjeron 3.941 suicidios, de los cuales 2.930 eran hombres y 1.011 mujeres. Sin embargo, estas cifras son estimativas, pues ni se contabilizan las muertes que se desconocen por tales causas, ni se puede saber a ciencia cierta si el resto de las mismas, salvo en excepcionales casos, se trata o no de suicidios. Por no hablar de la eutanasia –entre muchas otras barbaridades–, eso a lo que llaman ‘buena muerte o, dicho de otro modo, asesinato asistido, hablando claro.  


Quitarse la vida para vivir, terminar con ella para iniciarla, no nos parece una opción viable, más aún cuando se huye de una cosa en aras de la misma cosa. Brota en el hombre un sentimiento de amenaza, de sobresalto y espanto, cuando se encuentra ante situaciones límites, circunstancias o momentos en que quisiéramos retirarnos del mundo: evadirnos. El hombre desea salir hacia fuera, pero, ¿hacia dónde?, y lo que es más importante, ¿de dónde? La principal cuestión no trata entonces de hacia dónde iremos, que es igualmente importante y debemos planteárnoslo, sino de qué huimos. Dicho de otro modo, que aquello que buscamos encontrar en el lugar al que partimos se basa y fundamenta en aquello mismo de lo que buscamos evadirnos en esta vida. Por lo que, en realidad, no sabemos que buscamos, sino que sabemos con lo que no queremos encontrarnos.  


El hombre vive de ausencias, de espejismos y fantasmas. Conoce muy bien lo que no quiere, pero no tiene ni la más remota idea de lo que quiere. Y esta cuestión, que parece sencilla a simple vista, constituye uno de los mayores problemas a los cuales se enfrenta nuestra sociedad. La rueda del mundo sigue girando hacia ninguna parte y, nosotros, que solemos actuar como borregos, no sabemos hacia dónde nos llevará. 


Aquí, en esta jungla de cristal, se nos prepara para los más diversos contratiempos, tirando hacia delante sin respiros, sin pausas, sin contemplaciones. Tienes que hacer esto, lo otro, lo de más allá, lo de aquí y lo de acullá. Tu vida pasa, pero sobre todo pesa, y a veces mucho. Décima de segundo arriba, décima de segundo abajo, nuestro tiempo tiende hacia un final, hacia uno que desconocemos e ignoramos por completo. Rosa, muy rosa, es la vida que querríamos, pero oscura, muy oscura, es la que nos encontramos.  


No necesitamos huir a ningún otro lugar, sino todo lo contrario, encontrarnos a nosotros mismos, mirar mar a dentro. Necesito, necesitamos, aire puro, limpio. Nada de lo de a fuera podrá colmarnos nunca, porque todo lo de a dentro no está hecho para ello. Mas todavía queda esperanza, esperanza de encontrar la paz, la tranquilidad, la serenidad. Solo requerimos de un instante de silencio, de un momento de reposo, para atender aquello que nuestro corazón realmente anhela, aquello que nos está pidiendo, de lo que en realidad esta sediento. Tu corazón no es, está claro, de este mundo. 

 

Tomás Bravo Gutiérrez Mucho ruido y pocas nueces




Cómo citar este artículo: BRAVO GUTIÉRREZ, TOMÁS. (2022). Mucho ruido y pocas nueces. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM4). http://www.numinisrevista.com/2022/09/mucho-ruido-y-pocas-nueces.html




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