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El diálogo perjudica seriamente a la soberbia

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El diálogo perjudica seriamente a la soberbia

Quisiera presentar en tres palabras la presente reflexión que quiero compartir: opinión, tolerancia y diálogo.

¡Tiempo interesante el nuestro! Hoy a cada saber le suele corresponder un grado medio/superior, grado universitario, máster, doctorado, etc., pero sucede algo muy curioso: la generación espontánea de expertos que surgen a cada problema. ¿Explota un volcán en la isla de La Palma? Las redes se llenan de vulcanólogos, químicos y geógrafos dando su experta opinión. ¿Estalla una guerra? Surgen politólogos en todas las esquinas de la Universidad del Sofá y la Opinología sin criterio. ¿Arden los montes? Infinidad de técnicos forestales, bomberos y especialistas en hidroaviones sacuden las redes con indignación. Todos estos personajes están unidos por un nexo común: la opinión. Basta recordar el pensamiento de Platón sobre la opinión, la cual no constituye un conocimiento cierto o verdadero, sino una aproximación sensible a una cuestión. La opinión es amiga de la verosimilitud pero no de la verdad. 

Otro rasgo de nuestra actualidad es la tolerancia falsa. Ocurre que existen personas autodenominadas tolerantes que sólo toleran a quienes piensan como ellos. Si estos tolerantes se encuentran con pareceres distintos a los suyos comienzan a apilar madera, que toma la forma de argumentos ad hominem (¡fascista!, ¡comunista!, ¡nazi!, ¡borrego!, etc.), para purificar en la hoguera del insulto, el odio y la sinrazón a esa persona infeliz y desgraciada que ha osado pronunciar una idea distinta. ¿Por qué se insulta y etiqueta de esta manera al contrario? Simone Weil pensaba que así era más fácil matar, pues se despoja a la persona de su humanidad y se le añade un adjetivo que canaliza el odio de quien no es capaz de razonar con el otro. Las etiquetas solamente sirven para los productos, no para las personas. La persona que difiere de mi pensamiento o doctrina comprensiva del mundo es una persona que merece la misma consideración y respeto que yo, no es un enemigo a abatir. ¡Ojo al dato! No me refiero a tolerar discursos de odio, sino que mi reflexión se dirige a cuestiones en las que se debería salir del pensamiento único que no atenta contra el otro.

¿Qué ha ocurrido para llegar a esta situación? Solamente hace falta darse una vuelta por Facebook, Twitter, Instagram o Tik Tok para ver el elemento que falta: el diálogo. Las redes sociales se han convertido en las guaridas de personas que se esconden detrás de nombres e imágenes falsas que, escudándose en el anonimato, comentan con odio o burla las publicaciones que no son de su agrado. Estas personas, indigentes cognitivas que vagan por las redes en busca de su ración diaria de odio, son la muestra de lo que produce cierto solipsismo soberbio. Lo mejor que se puede hacer con este tipo de persona es no entrar al trapo, no porque no merezcan la oportunidad de dialogar, sino porque con ese discurrir muestran su cerrazón. Ahora bien, la solución se presenta por vía apofática, es decir, percibiendo el antónimo de esta actitud, a saber, la capacidad de diálogo. 

El diálogo implica apertura para compartir y exponer tus ideas, pero también para conocer las de otras personas. Indica también la capacidad de apertura al cambio, pues en ese ir y venir del conocimiento de una persona a otra se puede producir un cambio de parecer, darse cuenta de que se estaba equivocado o que ahora se comprende mejor una postura de la que se creía estar seguro. Otra persona puede tener buenas ideas y no pasa nada. ¡Reconocer eso no se convierte en el chasquido de dedos de Thanos que acaba desintegrándote!

Se dice que hablando se entiende la gente y es verdad. Sin embargo, para que el diálogo sea fecundo se necesita también ser humilde porque reconocer que se está equivocado o no tan acertado como se creía, no es fácil. La humildad es la característica del sabio. Seguramente conoces a alguna persona sabia que no alardea de lo que sabe, al contrario, afirma que le falta conocer mucho. Esos Sócrates viven entre nosotros edificando a quienes rodea con esa virtud de la humildad. Diálogo, apertura y humildad son el resumen del amante de la sabiduría.

«Es bueno reflexionar sobre lo que fuerza a salir de sí mismo».[1]

 

Valentín González Pérez

El diálogo perjudica seriamente a la soberbia

 



[1] WEIL, S. (2009). A la Espera de Dios. Trotta, p. 59.


Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ PÉREZ, VALENTÍN. (2022). El diálogo perjudica seriamente a la soberbia. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CS3). http://www.numinisrevista.com/2022/09/el-dialogo-perjudica-seriamente-la.html 

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