De mayor,
Motomami
Escondidas entre la fauna española, donde se
encuentran los más distinguidos y selectos ejemplares, resurgen ahora como por
una especie de caprichoso azar las llamadas motomamis. La motomami, del latín no
me hago ni la cami, es una raza de personajis cuya característica principal
se resume en vivir de la nadi. Esta criatura casi mítica ha ido involucionando
a lo largo de los años para llegar ser hoy aquello a lo que ni de lejos estaba
llamada a ser, o lo que es lo mismo, que vamos ‘mu mal, mu mal, mu mal’. Muchas
de nuestras jóvenas ya la han elegido como reina, y este hecho ha dado lugar a
una de las mayores catástrofes de nuestra historia.
La motomamimanía se identifica con la plaga de ideales que corrompen y deforman la percepción que tienen no solo las mujeres de sí mismas, sino también de los hombres hacia ellas.
En efecto, los daños son
colaterales, pues afectan tanto a unas como a otros. Esta clase de tipejas, que
gustan de andar desnudas por la vida, son los que se supone que abanderan
la lucha por la libertad y proclaman a los cuatro vientos las desigualdades a
las que, pobrecicas mías, se las ha sometido.
Y hablando de desnudos, sigo sin entender por qué o
cuándo se les ocurrió que ir ‘a lo Eva’ era buena idea. Habéis de saber, mis
queridas motomamis, que no hay nada de novedad en lo que hacéis, y que a muchas
de vosotras os vendría bien recordar cómo os alimento vuestra madre y a través
de que maravilloso lugar salisteis al mundo. Vuestra desnudez, siento decíroslo,
no os hará más libres. Por algo se inventó la ropa, y no fue simplemente por
comodidad. Que sepáis que en otros tiempos se exigía la tela para los
encarcelados, pues no era digno mantenerlos al desnudo.
La industria de la música, que tantas y tan buenas voces nos ha dado, se ha ido vendiendo de poquito en poquito hasta convertirse hoy en uno de los mayores productores ideológicos de la historia.
Lo que antes
se hacía con un periódico, ahora se hace con una persona, y la repercusión y
fama que pueden alcanzar algunas de estas ‘cantantes’ hace que nuestro mundo
esté más que nunca hasta arriba de todo, de todo lo malo. Yo no digo que todas
las letras que salen de estas vende humos sean malas, o que contengan grandes
mensajes de odio y resignación. Sin embargo, y habiendo escuchado muchas de
esas piezas, no puedo no expresar mi inconformidad con muchos de los
pensamientos que allí se proponen.
La Rosalía, de apodo ‘tra tra’, es uno de estos claros
ejemplos. Su transformación a lo largo de estos años ha sido notoria e,
incluso, cruel. Con solo un vistazo rápido de sus temazos podemos apreciar, sin
mucho preámbulo y atención, el más que evidente cambio que ha provocado en ella
las millones de vocecitas que le aconsejan y mueven como a un títere sin cabeza
hacia no sé qué ideales e ideas. Sin embargo, lo que hace o deja de hacer la
Rosalía me da completamente igual. Lo realmente preocupante de todo
esto es hacia dónde estamos yendo o, mejor dicho, cuánto más se va a estirar
ese chicle que parece infinito en el que la mujer sale siempre, por unas o por
otras, destrozada.
Que nuestras hijas tengan que comerse toda la bazofia que entra por sus ojos y oídos no es problema suyo, sino problema nuestro. Que mujeres con los dientes de plata y oro, pelos alocados y uñas en forma de garras se conviertan en el ideal de una quinceañera no supone un problemita, sino un problemón. Que la sociedad en general se haya salido tanto de su camino, de su misión o vocación no solo incumbe a unos pocos, sino a todos.
Tomás Bravo Gutiérrez
De mayor, Motomami
Cómo citar este artículo: BRAVO GUTIÉRREZ, TOMÁS. (2022). De mayor, Motomami. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM6). http://www.numinisrevista.com/2022/09/de-mayor-motomami.html
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¿Cuál es exactamente el lugar que le corresponde a la sociedad, aquel del que aparentemente nos hemos salido?
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