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Cotización y fracaso: dos caras de la misma moneda

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Cotización y fracaso: dos caras de la misma moneda

Hace pocos días, mientras un amigo me realizaba un corte de pelo en la peluquería donde trabaja, en la conversación salió el asunto de los años de cotización en la seguridad social. Mi amigo barbero, su compañera, una estudiante de derecho y yo éramos los allí presentes. El pódium en más años cotizados lo manejaba una peluquera de unos 40 años de edad, habiendo estado en unas pocas peluquerías con contratos indefinidos en cada una de ellas.

En medio de la conversación y observando su «pavonería» le preguntaron ¿tu cuántos años tienes cotizados? –«20 años»– respondió con una voz y expresión que no cabían en ella. Inmediatamente la miré y le dije –«¿y para qué quieres tantos?»– Su cara de sorpresa duró unos segundos hasta que finalmente me respondió: «¿y qué otra cosa puedo hacer que trabajar?, ¿quién va a pagar mis facturas y le va a dar de comer a mis hijos?» A cuyas respuestas remató con un «¡también necesito cobrar una pensión cuando me retire, si es que llego!».

Lo cierto es que razón no le faltaba y su respuesta no fue del todo mala. Especialmente cuando se tienen cargas familiares tan importantes, uno tiene que seguir delante de la forma que buenamente pueda. Sin embargo, lo que más llamó mi atención de la conversación fueron dos asuntos. Por un lado, la idea que muchas personas siguen teniendo de esclavitud y fidelidad a un mismo trabajo para toda la vida, sin plantearse otras opciones. Esta misma peluquera hizo una crítica a los jóvenes de hoy en día exponiendo que no quieren trabajar, que solo quieren estudiar hasta los 30 o 40 años siendo mantenidos por sus padres, y que otros jóvenes ni siquiera eso, que viven de rentas y ayudas del Estado que ella misma contribuye obligatoriamente a pagar.

Nos encontramos en un momento de tránsito donde estamos conviviendo personas como la peluquera, regida aún por una forma de vida del siglo pasado, junto con un cambio de generación importante que no ve el trabajo como un modo de dignificación humana, siendo priorizados otros asuntos como el crecimiento personal, el conocimiento, la salud mental y física, entre otros. Muchas son las discusiones entre padres e hijos en las que los primeros, que han tenido un trabajo fijo de por vida, aconsejan insistentemente a sus hijos seguir sus mismos pasos. Sin embargo, cada vez menos personas desean tener un mismo trabajo para toda la vida, aguantando siempre a los mismos compañeros y al mismo jefe, realizando las mismas tareas, mismo horario, mismo lugar, y todo lo MISMO. Aunque de hecho puedas incluso ascender, pero se trata de la misma empresa y en muchos casos el mismo ambiente y condicionales laborales.

El otro asunto que me llamó la atención es el que tiene que ver con las pensiones. El grupo de la peluquera sigue pensando en que necesita matarse a trabajar ahora que es joven y fuerte para cuando no lo sea tanto poder cobrar una pensión; y el grupo de los jóvenes actuales parece ni siquiera tener esto en mente. Y lo cierto es que, tal y como se presenta el panorama actual, en el sistema de cotización existente para que se puedan acumular los años establecidos a fin de cobrar el 100% de una pensión no encaja con esta nueva generación. ¿Qué hacemos entonces? «Habrá que aumentar la edad de jubilación»- he escuchado en algún medio de comunicación-. ¿De verdad es esto siquiera una opción? ¿Acabaremos trabajando hasta los 80 años para poder pagar pensiones?

Cada tiempo supone un cambio de pensamiento donde las prioridades se van desplazando de un lugar a otro, o simplemente van desapareciendo unas en detrimento de otras. Por ello, y aunque escrito de forma tan ligera pudiera parecer superfluo, pensar en nuevas formas de organización económico social a fin de adaptar las necesidades actuales de las personas al sistema es algo que nos concierne a todos. Trabajar 40 horas semanales más horas extra no es algo que promueva el pensamiento crítico y creativo de nadie. ¿Cómo lo solucionamos? Está claro que la reducción de la jornada laboral sin reducción de sueldo y sin que sea por cuestiones de conciliación familiar u otros motivos, es un punto de partida. Empecemos a vivir en un mundo donde el trabajo sea un aspecto más de nuestras vidas, pero no el centro de nuestra supervivencia, aunque nos enseñen a vivir en un sistema de valores donde el capitalismo es el sostén de nuestra estructura social.

 

Ayoze González Padilla

Cotización y fracaso: dos caras de la misma moneda

 

Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ PADILLA, AYOZE. (2022). Cotización y fracaso: dos caras de la misma moneda. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CV2). https://www.numinisrevista.com/2022/09/cotizacion-y-fracaso-dos-caras-de-la.html

ISSN ed. electrónica: 2952-4105

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