Concretamente, en primera persona
Debo confesar algo. Una
columna no es fácil de escribir. El formato no está tan fijado como podría
parecer y, por ello, genera un espacio que permite tanto divagar como
recogerse. Una columna de apellido filosófica ya es harina de
otro costal. Ciertamente, en algo debe tratar de diferenciarse lo que aquí se
lee con las columnas de opinión habituales que se pueden encontrar en alguno de
los conocidos periódicos nacionales. Históricamente, la columna de
comentario o de opinión nació como un intento de generar un espacio de conexión
entre escritor y espectador un poco más cercano, en el que se trataban temas de
actualidad desde una perspectiva menos disfrazada de objetividad.
Personalmente, cuando me enfrenté a la
realización de mi primera columna, me vi ante multitud de pequeñas decisiones
que tuve que ejecutar para poder labrarme un estilo. Hubo una de estas
cuestiones formales que casi no tuvo oposición en mi jurado mental. El uso de
la primera o tercera persona ya se había deliberado. La herramienta de
escritura en primera persona puede generar en el lector una sensación de
informalidad no buscada, además de que se crea una aproximación muy nítida
entre texto y autor. Me pareció que la apuesta por un riesgo literario tan
grande era suficiente argumento en contra como para desecharla en mi propia
escritura.
He de confesar que me pasa exactamente lo
mismo cuando leo de personas ajenas. Me adentro en la lectura de colegas o
autores que usan el formato de la egocéntrica persona y me revuelvo en mi
asiento, porque me es más fácil cuestionar lo que cuentan. Mi fachada de lector
se adorna de un escepticismo pirrónico más disruptivo que eficaz, al hallarme
frente a frente con la subjetividad marcada de otra persona que no soy yo.
Precisamente, como el arte de preguntar no se termina ni con uno mismo, la
última vez que me vi en una situación tal, el interrogante surcó mi mente y no
desapareció. ¿Por qué no me gusta la primera persona del singular?
Puede que tenga que ver con el miedo. Como
hemos mencionado, la tercera persona permite que te alejes de tu texto. Generas
un estado de falsa objetividad en el lector, en la que parece que las propias
ideas cobran autonomía y la autoría de ellas queda sembrada en el olvido a la
hora de procesarlas. Se podría argumentar que la tercera persona permite un
mejor ejercicio de abstracción de dichas ideas, y, por tanto, facilitaría la
comprensión de reflexiones más complejas.
Por otra parte, dicho ejercicio de
abstracción borra de la lectura el espectro de lo concreto. A veces me parece
entrever como en la gran trayectoria que dibuja la flecha de la tradición
filosófica, se ha tratado de priorizar lo abstracto a lo particular, a lo
encarnado, a lo material. Sin embargo, lo concreto ofrece un plano de estudio
tremendamente interesante. Las múltiples concreciones constituyen el mundo. A
lo concreto se le teme porque parece que no ofrece terreno contemplativo
suficiente. Ni siquiera sabría decir si existe algo así como un punto de
transición entre lo concreto y lo abstracto, o incluso si esta avanzadilla se
ha de dar necesariamente.
Tampoco sabría decidir si el hecho de
reflexionar sobre una categoría como es la de “lo concreto” no constituye una
especie de sacrilegio conceptual. Parece contradictorio. Lo que sí está claro
es que la primera persona efectivamente atrae a lo concreto, y lo trae para
aquí, para donde yo como escritora me lanzo a reflexionar sobre unas teclas y
para donde tú como lector te atreves a tratar de comprenderme. Ciertamente, me
recuerda mucho a la epistemología de los conocimientos situados de Donna
Haraway. El proceso del conocimiento siempre es encarnado porque nos lanzamos a
la tarea del conocer, del escribir y del leer desde nuestros cuerpos. Unos
cuerpos que, evidentemente, son concretos.
Por todo esto, quizá haya llegado la hora
para mí —y quizá también para ti— de familiarizarnos con esa primera persona,
de asumir los riesgos y de acomodarnos en el ámbito de lo concreto, renunciando
al prejuicio que se hace en nombre de lo abstracto. Quizá deba asumir que puede
ser que, mientras escriba, mi columna soy yo. Y que, cabe la posibilidad, de
que esta columna también puedas ser tú, en la medida en que dialogas con ella:
concretamente, yo desde mi primera persona, y tú, desde la tuya.
María Sancho de Pedro
Concretamente, en primera persona
Cómo citar este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2022). Concretamente, en primera persona, Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CL5).
Esta revista está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario