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Atados y Amordazados
Casi ocho meses han pasado desde que las tropas rusas entraron en tromba en Ucrania, y en ese tiempo hemos pasado de la aceptación de una derrota inminente, a una sorprendente contraofensiva ucraniana que ha puesto en jaque a las fuerzas invasoras. La tenaz resistencia del pueblo ucraniano, unido al apoyo bélico de occidente, han producido lo que en febrero hubiera parecido algo imposible.
Lo desastroso del proceso de invasión ha expuesto una muestra de incompetencia digna del imperio ruso de las guerras ruso-japonesa y de la primera guerra mundial, señales de la incapacidad de modernización de un país que aún mantenía la monarquía absoluta más dura del continente. El oso ruso no es como el pasado temible oso soviético; es tan lento, torpe y pobremente equipado como en las postrimerías del imperio, siendo una de sus pocas ventajas la extensión de su territorio y la inmensa capacidad de tropas que es capaz de reclutar.
Sin embargo, y con lo impresionante que resulta lo que sucede en el campo de batalla, quisiera hablar más acerca de un factor que no se discute mucho: la reacción de la sociedad civil rusa a la invasión. Al contrario de lo que pudiera parecer, este es un tema con muchos más matices y cuestiones a discutir de lo que en un principio podría parecer. Resulta sumamente fácil criticar, desde la comodidad de nuestros sofás, la aparente indiferencia e indecisión de la sociedad rusa, pero hay varios factores que creo que hay que tener en cuenta antes de formar cualquier opinión.
En primer lugar, la sociedad rusa, al igual que la de cualquier país, no se trata de un bloque homogéneo y uniforme, por mucho que el gobierno ruso intente mostrar la imagen de un país sin fisuras. Existe una oposición bastante generalizada que está maniatada y amordazada, y no resulta extraño pues esta es perseguida en forma de encarcelamientos e incluso asesinatos selectivos, como el famoso caso del intento de envenenamiento del opositor Alexei Navalny.
La censura generalizada y el cuidadoso uso del lenguaje, impiden a muchos rusos conocer la verdad acerca de lo que sucede en Ucrania. Constantemente se ha evitado el uso de palabras como “invasión” o “guerra”, y los fracasos militares son ocultados o manipulados. Muchas familias rusas no empiezan a percibir la cruda realidad hasta que reciben la noticia de que sus padres, sus maridos o sus hijos han muerto en el frente. Héroes de la madre patria, se les llama desde el Estado, cuando en realidad han muerto de forma miserable en una campaña abominable.
Las generaciones más envejecidas, que han crecido en medio del adoctrinador sistema soviético, son las más vulnerables a esta propaganda omnipresente. Resulta muy difícil cuantificar quién y quién no apoya la guerra porque, de puertas para arriba, todo o es apoyo o silencio por miedo a las consecuencias. No es sino en espacios íntimos, en los que pueden hablar del tema, aunque seguramente muchos lo evitarán porque genera fracturas entre generaciones.
Una de las razones de la existencia de las sanciones impuestas a Rusia, han sido para motivar a sus ciudadanos a reaccionar más abiertamente a este sinsentido. Muchos no lo creerán, pero está funcionando, aunque la propaganda estatal nos impida verlo claramente. Ha habido manifestaciones de partes de amplios sectores de la sociedad, desde lo civil, lo artístico e incluso políticos y militares. Resulta obvio decir que todos ellos han sido reprimidos brutalmente por el Estado, ya que la protesta pacífica ya no existe.
El pueblo ruso es uno que ha sufrido lo indecible a lo largo de su historia, ha sido aplastado por los zares del imperio y por los líderes de la unión soviética, se ha visto envuelto en guerras constantes que la han desangrado horriblemente. La pregunta que creo que es ahora pertinente es, y que el propio pueblo ruso acabará respondiendo: ¿Estará dispuesto a sufrir por los caprichos de Putin?
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