Apología del
Cristianismo
¿Qué es el cristianismo?
El cristianismo es una utopía, una ilusión
sin cumplimiento, un sueño pretérito que nunca ha estado en vigilia el
suficiente tiempo, o con la suficiente fuerza como para subvertir lo
aparentemente real con lo verdaderamente existente. El cristianismo es una idea
que, fraguada en el ardor de lo misterioso, se elevó en forma de existencia, en
modo de vida y de construcción de comunidad. Así, como bien señala Feuerbach,
el pilar fundamental de las religiones es la categoría de lo invisible. Una
pervivencia que se da propiciada por la lejanía de cualquier verificación de
sus contenidos. En el cielo de las religiones –menciona Fraijó (2022)– caben todas las
promesas, todos los dogmas y todos los ángeles. Nadie va a explorar sus
rincones allí.
La religión –prosigue Feuerbach–, es la autoconciencia
primaria e indirecta del ser humano, y dios, el interior revelado del hombre y
la mujer; el ser humano en cuanto expresado. Así, la religión, en tanto que
revelación solemne de los tesoros más ocultos del ser humano, es la declaración
pública de sus secretos de amor.[1] El
cristianismo es la relación del hombre consigo mismo, con su esencia, y la
esencia divina es la esencia humana prescindiendo los límites de lo individual.
¿Crisis del cristianismo?
Por todos es bien sabido
la crisis que, no sólo el cristianismo sino las religiones en general están
sufriendo en este nuestro siglo, especialmente en Occidente. Ciertamente, esta
cuestión, este conflicto interno desde sí mismo y externo hacia aquello otro no
es un asunto propio de nuestra época globalizada y «desetizada», sino que se
trata de un conflicto constituyente e histórico. El cristianismo nació en el
puro conflicto y se fraguó siendo en sí mismo un conflicto entre paganismo y
judaísmo. Un conflicto por el poder, por la dominación y la hegemonía de una
tierra.
Sin olvidar etapas
precedentes de gran importancia forjadoras del cristianismo, es la Edad Media
el periodo crucial para su desarrollo y consolidación. Así, podría decirse que
hubo todo un progreso y despliegue multifactorial de gran relevancia,
asentándose como religión dominante en gran parte de Occidente. Sin embargo, el
conflicto y la crisis fueron copertenecientes al desarrollo mismo del
cristianismo, tanto en esta época como en el transcurso del tiempo, siendo la
cuestión de la crisis una constante en el transcurso de la historia, desde su
nacimiento hasta nuestros días.
Podemos resaltar como
una serie de hitos marcaron un punto culminante de manifestaciones necesarias
producidas por algo así como un desbordamiento, una insostenibilidad desde sí
misma y hacia lo otro. Tras el Cisma de Oriente, los Concilios siempre fueron eventos
y testigos importantes frente a un despertar aletargado que luchaba en contra y
a favor de sí mismo. La Reforma supuso una escisión de gran relevancia que puso
voz y letra al presente respecto a un pasado incierto y a un futuro convulso.
Luego con la Contrarreforma no se propició más que un periodo de guerras de
religión que, en cierto modo, continúa hasta nuestros días. Cada denominación
que pertenece a ese todo que es el cristianismo, es en cierto modo un conflicto
pasivo-agresivo, o pretendidamente inocuo, pero sin embargo altamente dañino.
El cristianismo tiene
tantas partes que se ha perdido el todo. Se ha disipado lo esencial, lo
fundamental para ser más parte que todo. El cristianismo hoy en día es más rama
que árbol. El ecumenismo no es más que un nostálgico intento por lo que nunca
existió. ¿Por qué ha sucedido esto? La respuesta seguramente se le habrá
aparecido ya en la mente al lector. El cristianismo antiguo, el fundacional ha
ido perdiendo su sí mismo en la medida en la que la humanidad salía de su
minoría de edad. Un estancamiento cómplice maldito del tiempo ha sido la piedra
de toque manifestado como mecanismo propiciador de una merma de lo
verdaderamente importante. Y es que, en la medida en la que la sociedad ha
salido de esa minoría de edad y ha empezado a comprender el mundo de un modo
nuevo, los fantasmas ocultos quedaban disipados en los callejones olvidados de
la ignorancia. En este sentido, el cristianismo ha pasado de ser el centro de
la mesa a ser decoración trasnochada. Una caja olvidada en el altillo de
cualquier lar, cuya reminiscencia se desoculta en un día lluvioso de domingo.
La crisis del
cristianismo es hoy más que nunca el punto de partida para toda reflexión
teológica. La iglesia es su objeto principal. Una iglesia que se encuentra en
llamas al borde del resquebrajamiento. La metáfora del fin de la iglesia a
partir del incendio de Notre-Dame como bien aparece en Riccardi (2021), es
resaltado por muchos comentaristas como vínculo simbólico y real entre dicho
acontecimiento y la crisis católica. Un símbolo que sin embargo no puede ser
más que una señal visible a gran escala a través de los medios de comunicación
de masas de algo que se escapa de una mera contingencia local.
Desde que Nietzsche nos
desabrigó del calor de lo divino, el nihilismo europeo quedaba desvelado como
esa desvalorización de los valores tradicionales que nos permitían pisar tierra
firme, aunque la fe nos hundiera en las profundidades del fango cristiano. Un
desvelamiento ingratamente grato que nos arroja en la tempestad del sinsentido.
Sin embargo, la experiencia del tiempo nos ha enseñado que el ser humano, en
ese horror al vacío «prefiere querer la nada a no querer»[2], o parafraseando a
Nietzsche, «prefiere creer en algo a no creer en nada». Y es aquí donde renace
con fuerza la esencia del cristianismo. No como necesidad oportuna, sino como
contingencia próspera que retorna a su sí mismo con voces que aclaman un
repensar que trascienda los límites de lo propio en un nuevo rehacerse, uniendo
pasado con presente hacia un futuro donde el cristianismo tenga un lugar que
sea efectivo para todos.
¿Tiene sentido seguir hablando de
cristianismo y en general de religiones en 2023?
Lo cierto es que quizás
sentido no haya tenido nunca. Sin embargo, en los tiempos que corren un
cristianismo renovado y depurado de los errores del pasado abre la puerta a un
modo de estar en el mundo que nos ayuda a soportar el peso de lo incierto como
mecanismo estabilizador en la búsqueda de nosotros mismos. Un cristianismo más
transparente y actual, en relación con las personas de ahora. Que sea inclusivo
y no excluyente. Y sobre todo que nos dé y no que nos quite. El afán de la
razón por sintetizar revela siempre la aspiración del ser humano a llegar a lo
incondicionado, a lo incausado. Nuestros anhelos más profundos trascienden la
mirada en búsqueda de aquello que nos conecte con algo más de lo que somos. La
religión quizás no nos de respuestas, pero a veces lo importante no está en la
respuesta, sino la realización del espíritu. Cada uno elige la extravagancia
que quiera para su complimiento.
Cuando soy consciente,
vuelvo a mi casa, cuando pierdo la consciencia, me alejo, quién sabe adónde
(Pablo d’Ors, Biografía del silencio)».
Ayoze
González Padilla
Apología
del Cristianismo
Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ
PADILLA, AYOZE. (2022). Apología del Cristianismo. Numinis Revista de
Filosofía, É`pca I, Año 1, (CV1). ISSN ed.
electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2022/09/apologia-del-cristianismo.html
[1] Cfr. FEUERBACH, LEDWIG. (2013). La esencia del
cristianismo. Editorial Trotta, p. 65.
[2] NIETSZCHE. (2021). La genealogía de la moral. Alianza Editorial, p. 144.
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¿Y qué te parece el auge de las creencias estilo astrología entre la juventud? ¿Sería una alternativa a la religión? ¿Otra forma de religión? ¿Otra patraña individualista del neoliberalismo?
ResponderEliminarSobre esto que mencionas, no sabría exactamente si se trata de una creencia, de un género literario, de un entretenimiento o qué exactamente. Lo que si he podido ir observando es el espacio que ha ido ganando la literatura al respecto en las librerías. Hace unos años la sección de astrología, ciencias ocultas etc., se encontraba en alguna estantería no muy visible de las librerías. Últimamente me he fijado que no sólo han ganado espacio, sino centralidad. Sin ir más lejos, en una de las librerías que frecuento, hay dos pequeñas estanterías con apenas libros en la sección de filosofía, y, sin embargo, hay todo un pasillo central dedicado a estos asuntos. También hay otro para libros de influencers sin ningún tipo de enjundia. Habrá que reflexionar al respecto.
Eliminarqué interesante! Que dios te bendiga!
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